Las piernas de papá, los brazos de mamá, o un simple gesto de cabeza hacia el hombro de su abuela cuando se enfrenta a un extraño, son algunas de las señales que nos van indicando el grado de timidez de los niños. A veces jugar solo, o no querer saludar a otras personas, son actitudes que podemos encontrar habitualmente en niños y que muchos adultos creen equivocadamente que tienen que ser corregidas.
Cuántas veces hemos visto a madres que intentan obligar a sus hijos a darle un beso y saludar sonriente a un amigo que se encuentran.
La Teoría del Apego entre otras, nos habla de la necesidad que tienen los niños, hasta cierta edad, de tener referencias adultas para sentirse seguros y descubrir el mundo que les rodea, y con las que crear una conexión lo suficientemente profunda como para descubrirse también a sí mismos. Para conectar con el resto primero tienen que conocer bien el entorno más cercano.
Porque en los primeros años van a descubrir qué necesitan, qué les gusta, qué no les gusta, cómo funcionan las cosas a su alrededor, y un poco más adelante aprenderán dónde viven, a qué familia pertenecen, cuántos hermanos tiene, y cuantos tios, y primos, y todo eso lo aprenderán de la mano de sus referencias adultas…Y es solo cuando se empieza a perfilar una personalidad, y se sientes seguros y acostumbrados a lo que les rodea, cuando van a necesitar inevitablemente interactuar con el resto.
Como una oruguita , la timidez de ayer se irá convirtiendo a su propio ritmo en la mariposa que será la valentía de mañana.